12.3.11

My new favourite... restó

Y sigo pateando los posts que tenía previstos. Ya escribiré sobre la TV británica y Let England Shake, pero hace unas horas, por segundo viernes consecutivo, tuve la oportunidad de cenar en Due Resto Café, un local chiquitito en Barrio Norte, Juncal casi Pueyrredón, imperceptible para el transeúnte distraído, inevitable para el buen observador: basta con mirar las mesas completas y las caras de satisfacción y goce de sus ocupantes para darse cuenta de que es un lugar digno de ser tenido en cuenta.
¿Por dónde empezar? ¿Por los exquisitos pinchos de pulpo grillado que tuve por entrada la semana pasada y esta noche ya no figuraban en el menú, porque les tocó ceder su lugar a otro delicioso plato con base en el mismo molusco? ¿Quizás esos ceviches de sabores tan delicados, las patitas de cangrejo, los platos de fiambres? ¿O los principales, carnes y peces y pastas para elegir con los ojos cerrados, total, todos son para rechuparse los dedos? ¿Los manjares de postres?
Ya que estamos, también es digna de mención una de las paneras más ricas que me he cruzado en el último tiempo. Pero no. Primero lo primero: hay que entrar al local. Al principio no parece una tarea sencilla, dado que la puerta está cerrada con llave y, habiendo sólo una persona para atender caja y mesas, la cosa puede demorarse algunos segundos; pero ni bien se abre la puerta llega la recompensa, en forma de una muy cálida y descontracturada bienvenida. 

Una vez adentro, ya sentado a la mesa, me dispongo a abrir la carta: seis entradas, cuatro postres, una decena de principales y otro tanto de vinos. Sumamente reducida, si pensamos en la media de los restaurants porteños, y sin embargo el problema que se me presenta no es cuantitativo; de hecho, casi diría que habría preferido encontrarme con dos o tres menúes fijos y no verme obligado a elegir una entre las decenas de combinaciones posibles, todas ellas igualmente tentadoras. De raíces itálicas y mediterráneas, cada uno de los platos llama la atención por esos toques de autor que sólo un verdadero chef sabe darles. Porque, a diferencia de lo que ocurre en muchas ocasiones, acá no nos encontramos con nombres rebuscados y "novedosos" para viejos conocidos (más bien leemos cosas como "spaghetti con frutos de mar", "mero a la vasca", "mollejas crocantes con miel"), sino que el arte radica en los ingredientes y sus mixturas.

Para amenizar la espera de los primeros platos hace su grandiosa aparición la magnífica panera, salida directamente del propio horno. Y ya en cada uno de estos panes podemos empezar a disfrutar de lo que, a mi juicio, es el sello de Due: ese gustito a lo artesanal, a eso que, sin perder una pizca de sofisticación, sigue siendo, esencialmente, casero; es como si, después de décadas en la cocina, la nonna se hubiese aventurado a visitar las más prestigiosas escuelas de gastronomía para darle nuevos toques a sus memorables almuerzos domingueros: un golazo, tan grande como el de Maradona a los ingleses, o el cabezazo de 40 metros de Palermo.

No me voy a detener en una descripción de las delicias que he comido en Due, más que nada porque no tengo ganas de que después alguno de mis queridos lectores se decepcione al no encontrarlas en la carta. Sí, en cambio, puedo decir que ha sido muy parejo (y muy bueno) el nivel de todo lo que allí he probado en las, si no muchas, tampoco pocas ocasiones en que he ido. Y también mencionar que, a diferencia de lo que suele ocurrir en cualquier restó clasificado como "de autor", las porciones son abundantes. Lo que quiero decir con esto es que yo, que vaya uno a saber si tengo un buen paladar, pero que es indubitable que tengo un buen apetito, siempre me fui con el estómago lleno- y el corazón contento. Esto último, claro, no tiene que ver sólo con lo saboreado: la atención, acaso "poco profesional", es sencillamente excelente; y, last but not least, pocas cosas son más gratificantes en un restaurant que mirar a través de la ventana de la cocina y ver que los dos o tres tipos encargados de preparar nuestra comida están, sobre todo, pasándola bien.


Claro, no todo en la vida es color de rosas, y Due no es un lugar perfecto: la carta de vinos resulta un tanto pobre (lo cual no quiere decir "mala": es reducida, no hay ningún extraordinario, deja con ganas de algo más, pero en ella suelen encontrarse muy buenos acompañantes para cualquiera de los platos), y el local, cuando se llena (cosa que pasa a menudo), es bastante ruidoso. Obviamente, esto no impide en absoluto que, cada vez que me voy, lo haga con intenciones de volver pronto.

1 comentario:

  1. Colgué con hablar de precios: alrededor de $130 por cabeza, incluyendo entrada, principal, bebida, postre y café. Los vinos se mantienen creo que todos dentro de los dos dígitos, así que, dependiendo de la botella y la cantidad de comensales, estamos hablando de entre $150 y $180. Me parece un despropósito hablar de precio sin entrada, porque son verdaderamente imperdibles.

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