8.6.11

De pretendida épica a aires de revista: operaciones que no hacen ni chicha, ni limonada

Hace un par de semanas recibí la grata sorpresa ser invitado al teatro por parte de una de las minas más lindas que conozco; la obra que tuvo ocasión de reunirnos fue "Mariano Moreno y un teatro de operaciones" y, no, a pesar de lo que sugiere mi título, no voy a ser tan siome de querer hacerla pasar por un espectáculo de revista. En primer lugar, porque la revista está sumamente bastardeada en nuestro medio (o el mío, de pseudointelectuales snobs) y uno tiende a asociarla directamente a esos lamentables intentos de vedette de medio pelo que al subir al escenario despiertan menos la risa y el erotismo que la vergüenza ajena y el desagrado; pero, sobre todo, porque aquí no veremos bailes, plumas, ni nada por el estilo. ¿Por qué digo revista, entonces?

Hay ciertos elementos del género que, en definitiva, fueron los que más grabados me quedaron. La sátira, el chiste, el entretenimiento: lo inmediato. La sensación al salir del teatro era efectivamente cierto shock, pero no del todo efectivo: sabía que la había pasado bien, que me había descostillado de la risa, que había encontrado muchos recursos y textos sumamente interesantes sostenidos en soberbias actuaciones (o sería al revés?); y también sabía que de querer decir algo respecto de la obra no podía, pero que tampoco me interesaba mucho; que estaba completamente abrumado por un exceso de información, a pesar de que ésta no aportaba muchas novedades; que, del mismo modo que el bisturí queda en el quirófano, las operaciones no se extienden más allá de la sala. En todo caso, en las cuadras de vuelta del CCC, lo que tenía sobre todo era una pregunta: ¿a quién le estaría hablando la obra?

Pienso en los discursos de algunos amigos que invocan y buscan recrear el espíritu de un octubre allá por el 17; pienso en otros amigos, que hacen lo propio con un 17 de octubre: ¿qué sentido tendrían sus palabras si sus interlocutores desconocieran las referencias? Así como no me quedó más que la sensación de una prosa magnífica al leer a Borges en Kafka y sus precursores (supongo que no hará falta aclarar que al checo lo tenía bien leído), imagino que el público que desconozca la obra de Brecht se pierde de mucho en este teatro de operaciones, ni que hablar si tampoco tuvieron ocasión de esperar a Godot.

Del otro lado, teniendo una cierta formación en historia y teoría estética, siento que todo este sistema de información y referencias históricas es muy bonito, pero estéril: no va a ningún lado. En el momento me río, pero, ¿después? ¿Qué es lo que me queda? Nada. La sensación de que no me aportó ningún conocimiento; de que la obra no despertó en mí mas que la risa y cierto goce; de que está de moda Mariano Moreno (¿lo vieron al pibito que salió en no sé qué programa (posteriormente amplificado por TVR o 678 o alguno o todos de ésos) diciendo algo así como que Saavedra era un egocéntrico malo y que el verdadero héroe de mayo fue Moreno, etcétera?), y andá a saber si dentro de unos años no empezamos a usar remeras con su cara cual si fuera la del Che; de que un discurso kirchnerista puede ser muy bonito, o emotivo, o combativo, pero a la hora de los bifes se tiene que comer los mocos.

Y, quizás, está ahí la respuesta. Quizás, la obra apunta al consumo por parte de esos adolescentes "rebeldes" comprados por una boina estrellada o la cara del Che; esos jóvenes de clase media cooptados por La Cámpora y su discurso pseudobolche, peronista; ésos que hablan de cambios y izquierdas y revoluciones, que no le hacen el juego a la derecha porque, de hecho, la derecha son ellos. En definitiva, ante todo, ése somos el público: argentinos, peronistas, hinchas de fútbol, pasionales, irracionales hasta la médula; así, poco importan Brecht o Beckett, Moreno o Perón, si, al fin y al cabo, nos encontramos frente a una obra de teatro: lejos de la sátira o la crítica, la revista o la épica, de lo que se trata aquí es de la experiencia estética: el distanciamiento, la risa. Y, en ambos, "Mariano Moreno..." cumple con creces.

23.5.11

Panty & Stocking with Garterbelt, o de cómo unos nippones enfermos se fueron (literalmente) a la mierda

Tras (o más bien en medio de) algunas semanas o meses un tanto complicadas en mi vida, vuelvo a postear en este blog, recuperando una entrada que dejé a medio escribir hace ya tiempo. Ocurre que desde hace un rato estoy al pedo en el laburo, y ya no sé qué hacer para no quedarme dormido. Y, claro, no me da la cara para calzarme los auriculares y ponerme a ver un capítulo de Panty & Stocking. El post, entonces, arrancaba así:


El mundo del anime es uno del cual, hasta hace unos meses, poco y nada había participado: hasta entonces, sólo había visto aqeullas series que habían llegado durante los '90 a la pantalla de Magic Kids o algún otro canal infantil, léase: Captain Tsubasa, Dragon Ball, Ranma 1/2, Saint Seiya, Pokémon y, mi debilidad, Detective Conan. Este verano descubrí Gosick y Fractale, Zero no Tsukaima y algún que otro título más,  todo muy acorde a mi idea de lo que el anime es y debe y puede ser... hasta que me choqué con Panty & Stocking. No estaba preparado para lo que iba a ver, ni un poquito. Sólo tenía la referencia de Wikipedia, que aquí transcribo:
Panty & Stocking with Garterbelt (パンティ&ストッキングwithガーターベルト Panti ando Sutokkingu wizu Gātāberuto?) es una serie anime de Acción-Comedia producida por Gainax. Inició su transmisión el 1° de Octubre de 2010 en BS NTV (un servicio satelital libre de Nippon Television) y con transmisión simultanea en Crunchyroll.1 2 Es también sindicado terrestre en 8 mercados, incluyendo unos pocos afiliados de TXN como TVQ, y pocos miembros de JAITS como Tokyo MX. Se espera una segunda temporada del animé en marzo u octubre de 2011.
Panty y Stocking, las hermanas Anarchy, son ángeles quienes fueron expulsadas del cielo debido a su mal comportamiento. Son mandadas a Daten City (un juego de palabras a partir del japonés datenshi (堕天使, lit. ángel caido)), un lugar localizado en algún lugar entre el Cielo y el Infierno. Monstruos extraños llamados "Fantasmas" empiezan a aterrorizar el lugar, pero bajo el ojo vigilante del reverendo Garterbelt, les toca a Panty y Stocking destruir a esos Fantasmas, y al hacerlo reciben Heavens (monedas del Cielo) las cuales les permitirán regresar al cielo cuando tenga suficientes. 

La primera sorpresa que me llevé fue con el opening, cuya propuesta estética, desde la música, pasando por el montaje hasta el estilo de animación, entraba en absoluta contradicción con mi idea de anime. A medida que el primer capítulo iba avanzando, lo mismo ocurría con mi estado de shock: la sensación era algo así como que un ponja loco había agarrado una licuadora en la que metió Ren & Stimpy, Powerpuff Girls, Ranma 1/2 y la mierda cerebral de Tarantino o John Waters, todo en partes iguales, después le mandó salsa de soja y wasabi y dejó la licuadora girando durante una hora: dinamita pura.


Y es que ése es el secreto detrás de esta serie: armar un cóctel explosivo, no dudar en meterse de lleno en los escabrosos terrenos de lo bizarro y lo escatológico, combinar una estética propia de la animación norteamericana con personajes estereotípicamente nippones, plagar las escenas de erotismo e insultos y acabar con finales felices por medio de la violencia y la destrucción. Así nos encontramos con una serie protagonizada por una rubia puta y una gothloli con alma de gorda, cuyo curso de acción viene dado por los mensajes divinos que les transmite un negro pedófilo y comeverga, donde los monstruos son literalmente un rejunte de vómito o mierda, y la salvación llega de la mano del caos, la ruina, y la muerte.


22.3.11

Morcheeba @ Luna Park, 2011.Mar.21

photo: Agustín Dusserre @ RollingStone


21.00, estoy llegando a las inmediaciones del Luna Park justo a la hora acordada, cuando me llega un SMS diciendo "Retrasada estoy": al igual que había ocurrido semanas atrás en ocasión del recital de Kate Nash, la rubia me iba a clavar una media hora esperándola. Decí que justo ahí en la puerta me crucé con José, pibe al que había conocido en cierto evento literario allá por 2008, y la charla con él amenizó la cosa. Eventualmente Clara llegó, acompañada por Flor, y enfilamos para adentro del estadio. Encontramos nuestros asientos y, cinco o diez minutos más tarde, la banda subía al escenario.

Arrancaron con una hipnótica The Sea, tras la cual Skye se dedicó a saludar al aburrido público porteño e instarlo a que se pusiera de pie. Y entonces se paró toda la platea, pero no se les movió un solo pelo cuando empezó a sonar Friction; si hace unos meses me había quejado vía Twitter de lo poco que estaba bailando la gente con Thievery Corporation, anoche no hice lo mismo por el simple motivo de que no me entraba en la cabeza cómo era que no había uno solo que se estuviera moviendo. Amargura en estado puro. Recién cuando llegó el hitazo (Part of the Process), promediando el setlist, la audiencia pareció encenderse. No por mucho: cuando, minutos más tarde, Skye pretendió que su público cantara junto a ella en Beat of the Drum, ya estaban todos de vuelta en sus asientos.

De cualquier manera, debo decir que gran parte de la responsabilidad de esto corresponde a la productora. Evidentemente, acá no tienen la más puta idea de dónde hacer cada espectáculo. Así como Niceto o La Trastienda habrían estado mucho mejor que el Coliseo para el show de Kate Nash, lo mismo ocurre con Morcheeba: ni por asomo se trata de una banda para que la gente esté sentada; y mucho menos para tener que bancarse el sonido de mierda del Luna Park. Creo que no tardé ni diez minutos en recordar por qué no pasaba por ahí desde 2005, cuando salí puteando tras el recital de Placebo.

Hechos los descargos, entonces, prosigo: contra todas las adversidades, la banda se las arregló para ser una maravilla. Tanto, que llegué a twittear que "Ni siquiera el sonido de mierda del Luna Park puede evitar que Morcheeba (y sobre todo Skye) sea sensualidad en estado puro". Y es que, cuando trato de pensar en música+sensualidad, se me vienen a la mente algunos temas de Thievery Corporation o St. Germain, Joss Stone, BB King, Zero 7 o Soda Stereo, etcétera, y la discografía entera de Morcheeba. Y, claro, Skye es un factor determinante: no sólo por esa voz magnífica que tiene o su técnica vocal, sino también (y anoche quedó bien clarito) porque cuando se sube a un escenario deja en plena evidencia el carácter y la actitud que la sostienen. Desde su acercarse a la cámara para un close-up a los zapatos con los que estaba a punto de saltar por todo el set, hasta los mini-breaks en medio del show para firmar (y hacer firmar) autógrafos o el referirse al público masculino como "chongos" y ni siquiera trastabillar ante la carcajada general.

Finalmente, y como no podría haber sido de otra manera, el espectáculo encontró un cierre bien arriba con los dos éxitos más moviditos de los británicos: Be Yourself (con un sorprendente corte en el medio para escuchar a la vocalista entonar unas líneas harto familiares, algo así como "Hey, Mr. DJ, put the record on...") y un medley que empezó con un cover (del cover) de Jimmy Clifff (de Johnny Nash), I Can See Clearly Now, y terminó con Rome Wasn't Built in a Day; ahí sí, por fin, gran parte del público logró despegarse de las butacas y ponerse a bailar. En otras palabras: el cierre perfecto, un final feliz.


14.3.11

Una visita al correo, un dulce mensaje en el buzón

"El dulce mensaje" es el subtítulo de PostData, un bar sito en Azcuénaga al 1700 y uno de mis rincones favoritos de la ciudad. Ya desde antes de entrar al local los ojos son doblemente caputrados: en primer lugar, un sticker que lo certifica entre los más votados de 2010 de la Guía Óleo; en segundo, y acaso mucho más relevante, todas aquellas cosas que podemos ver contra el cristal que del interior nos separa, una bien cuidada mixtura de cosas dulces y bolsitas de regalo, sillitas y buzones de miniatura, algún verde, alguna tetera, todo muy cute. Una vez adentro, podemos ver cómo se despliegan y multiplican a través de todo el salón distintos objetos e imágenes, palabras, en fin, una extensa y variada serie de referencias al correo postal. ¿Y por qué el correo? En la carta podemos encontrar la "razón por la que PostData existe y es lo que es":
El correo, un sitio que antiguamente ofrecía el importante y especial servicio de comunicar personas unidas sentimentalmente pero separadas geográficamente, cada día pierde más su verdadero sentido. Es por eso que los mensajes que llegan ya no son los mismos de antes.

Con ánimo de rescatar la historia, se relaciona la pastelería artesanal con las cartas escritas a mano enviadas por correo. PostData busca recordar, para no olvidar, lo que se es capaz de hacer con las manos.

Es por eso que en cada plato, en cada creación pretendemos enviarte un dulce mensaje que refleje nuestro compromiso de ofrecer algo único y especial... 
Así, los collages de estampillas en el fondo, el avión y las cartas suspendidas en el aire, los pequeños buzones que nos traen la cuenta, etcétera, cobran toda una nueva dimensión significativa; y emotiva. Y es que, en efecto, salir a comer o a tomar algo necesita un poco de eso: es una experiencia para vivir con todos los sentidos, en donde son igualmente imprescindibles la buena comida como la buena compañía, un ambiente y un servicio amables y acordes a nuestra disposición anímica; y en estas dos últimas categorías no hay quien le gane a PostData. Hay que conocer el lugar en primera persona para poder comprender de qué estoy hablando: es como entrar en un mundo mágico que casi imperceptiblemente lo va envolviendo a uno, desde la temática y los colores entrando por los ojos hasta los aires de jazz que llegan a nuestros oídos, el universo PD ya en vínculo simbiótico con el espíritu propio.

Pero, claro, en virtud de lo dicho hasta aquí, para hacer que esta experiencia valga la pena, nos está faltando algo imprescindible: la parte gastronómica. Las cosas dulces, debo decir, son de las mejores que he probado en los últimos años. Desde la bomba chocolatosa que es la torta trufada hasta la delicadeza frutal de la tarteleta de pera, pasando por unos macarons y unos cupcakes únicos e inigualables, cada pequeña creación  encuentra su balance perfecto del dulce porteño y la sofisticación parisina, todas y cada una de ellas ideales para un bocadillo de media mañana o una apetitosa merienda. Si la idea es un almuerzo ligero, la oferta de ensaladas, wraps, bagels y sandwiches aptos para el paladar más exigente: combinaciones clásicas y no tanto, frescas, punzantes, seductoras, complacientes, meticulosamente armadas para la satisfacción de los más diversos gustos.

Para acompañar los dulces, probablemente la mejor opción sea elegir entre los cinco blends de Tealosophy que vienen en carta aparte. Si buscamos algo más refrescante, los distintos jugos caseros que se nos ofrecen son uno más maravilloso que el otro, y son también el complemento ideal para, por ejemplo, una rica ensalada. Quizás el punto flojo, la decepción, lo encontramos en el café: hasta no hace mucho tiempo  provisto por Lavazza, ahora sólo queda el cartel al frente del local, mientras que de la infusión se hace cargo la Central de café: un colombiano con mucha acidez y poco cuerpo que no está a la altura de la cocina de PostData.

UKTV 2011

Hace un par de meses, tratando de conseguir un lugar de donde descargar el piloto de Lewis, me crucé con un tracker destinado a las producciones de radio y televisión británicas. Como evidentemente no me gasté en leer FAQ & rules al crear mi cuenta, a las pocas horas de estar usándola me las vi con problemas de share ratio. Empecé a buscar la forma de solucionar estos issues, y descubrí que, curiosamente, lo mejor que podía hacer era seguir frenéticamente bajando cosas, aunque no exactamente lo que yo estaba buscando; el resultado: terminé descubriendo un montón de cosas que lograron captar mi atención. Paso a hacer un caprichoso top five  de los estrenos televisivos del Reino Unido de este año:


Como buen descendiente de japoneses que soy no puedo desconocer el origen de mi sangre. Algo de japonés hablo, tengo un mínimo background cultural (sobre todo gastronómico), incluso pasé un mes en suelo nippon hace algunos años; sin embargo, siempre me quedé con la sensación de que necesitaba saber mucho más sobre la vida en las tierras de mis ancestros. Cuando descubrí la existencia de este documental en tres partes no pude sino aprovechar la oportunidad. La propuesta es bastante simple: Justin viaja a Japón a "vivir como japonés", yendo a lugares y haciendo cosas que no son exactamente for export. Si bien no descubrí nada sustancialmente nuevo, debo confesar que sí me he sorprendido en varias ocasiones por los extremos a los que estos tipos pueden llegar. En definitiva, Justin Lee Collins: Turning Japanese es una excelente oportunidad para descubrir la otra cara de esa sociedad tan idílica que se nos pinta en general. Y, si descubren que los tipos que aparecen acá tienen poco y nada que ver con lo que desde el terremoto nos cuentan los medios todo el tiempo... bueno, ambas caras son igualmente representativas del japonés promedio.

El chef Hugh Fearnely-Whittingstall es un viejo conocido para los televidentes británicos, al igual que sus preocupaciones por el origen y la sustentabilidad de la producción de las materias primas que llegan a nuestra cocina. Esta vez, lo que inquieta a Hugh viene del mar: las especies en peligro, las restricciones y los problemas de la pesca, y la paupérrima variedad de pescados que se consumen masivamente en el Reino Unido. Decidido a hacer algo al respecto, nos preparó un documental (también en tres partes) en el que se dedica a embarcarse en buques pesqueros, visitar criaderos, llevar alternativas gastronómicas a la gente, organizar manifestaciones e interpelar a políticos y grandes empresas, con la finalidad de diversificar el consumo para proteger a las especies amenazadas y frenar lo que él mismo describe como "una locura": las toneladas de peces muertos (muchas veces, irónicamente, los más demandados) que son arrojadas de vuelta al mar. Ver las imágenes me produjo verdaderos escalofríos. Y también me dio ganas de comer pescado, por lo cual me vino fantástico el bonus track de este documental: las Jamie's Fish Suppers, diez emisiones de tres o cuatro minutos en cada una de las cuales el gran Jamie Oliver nos trae un plato de pescado distinto.

Hace varios años que Brendan O'Carroll viene interpretando el papel de Agnes Brown, y era hora ya de que la ¿querida? ama de casa llegara a la pantalla chica. 2011 parece ser el año elegido, y vaya si ocurrió de buena manera. Mrs. Brown's Boys es una sitcom, como cualquier otra, y a la vez no. Por empezar, es irlandesa; eso significa que cuesta tres o cuatro veces más que con una yankee o una inglesa entender cada puta palabra que se dice. Y digo "puta" porque se lo merece: la palabra más frecuentemente dicha en la serie debe ser algún equivalente de las tierras de San Patricio. Además, en los seis episodios se usan sólo tres escenarios de interior, muy convenientemente dispuestos el uno al lado del otro. Esto lo podemos ver en algún paneo, o con alguna cámara cruzándose por el lugar equivocado en el momento equivocado, para dar lugar así al gag indicado por parte de nuestra protagonista. En cuanto al libreto, baste decir que nos encontramos ante una versión irlandesa y malhablada de la típica idishe mame y la convivencia con sus ya creciditos hijos... y el abuelo, pobrecito, víctima de casi todas las maldades y bizarreadas del guionista (y también de Agnes). Sencillamente imperdible.
Cuando vi que podía descargar algo que se llamaba como la canción de Morcheeba y estaba en la categoría de documentales ni lo pensé. Hitteé el link y a esperar una media hora a ver de qué se trataba. Y vaya que me llevé una sorpresa. ¿Roma no fue construída en un día? No, claro, obviamente suena a imposible; pero acá nos tiran evidencia concreta. Lo que vamos a ver en este documental/reality es un grupo de seis obreros (o cinco y un capataz) reclutados en pleno Siglo XXI para construir una típica residencia romana... con los materiales y tecnologías de las épocas de Jesucristo. Y tienen seis meses para hacerlo. Al tiempo que podemos divertirnos viendo el desarrollo de las relaciones interpersonales de los obreros y sus avances (y retrocesos) en la obra, vamos descubriendo junto con ellos las maravillas del ars architectonica de los romanos. Entretenido y educativo, este programa es, para mí (estudiante de filosofía antigua, por lo demás), un verdadero must.

Sinceramente, no sé qué decir. Que nunca en mi vida me había reído tanto viendo TV. Que vuelvo a verlo, una y otra vez, y me sigo riendo tanto como la primera. Que algunas de las performances son absolutamente geniales. Seguramente, recordarán Whose Line Is It Anyway?. Bueno, Fast and Loose es un show de improvisaciones que va en esa línea. Y, en lo que respecta a mi recuerdo de Whose Line...? (en su versión yankee, la inglesa la estoy empezando a ver recién ahora), esta nueva serie de la BBC Two le pasa el trapo. Y para qué seguir malgastando el tiempo (el de ustedes, lectores, y también el mío) escribiendo si, dicen, una imagen vale más que mil palabras. Les dejo, entonces, dos videos para que se descostillen de la risa. El primero consiste en improvisar una escena, pero... bueno, el juego se llama Forward, Rewind, imagínense. El segundo es el Interpretative Dance, en donde un tipo baila la letra de una canción y otros dos (que evidentemente no la están escuchando) tienen que adivinar cuál es.



12.3.11

My new favourite... restó

Y sigo pateando los posts que tenía previstos. Ya escribiré sobre la TV británica y Let England Shake, pero hace unas horas, por segundo viernes consecutivo, tuve la oportunidad de cenar en Due Resto Café, un local chiquitito en Barrio Norte, Juncal casi Pueyrredón, imperceptible para el transeúnte distraído, inevitable para el buen observador: basta con mirar las mesas completas y las caras de satisfacción y goce de sus ocupantes para darse cuenta de que es un lugar digno de ser tenido en cuenta.
¿Por dónde empezar? ¿Por los exquisitos pinchos de pulpo grillado que tuve por entrada la semana pasada y esta noche ya no figuraban en el menú, porque les tocó ceder su lugar a otro delicioso plato con base en el mismo molusco? ¿Quizás esos ceviches de sabores tan delicados, las patitas de cangrejo, los platos de fiambres? ¿O los principales, carnes y peces y pastas para elegir con los ojos cerrados, total, todos son para rechuparse los dedos? ¿Los manjares de postres?
Ya que estamos, también es digna de mención una de las paneras más ricas que me he cruzado en el último tiempo. Pero no. Primero lo primero: hay que entrar al local. Al principio no parece una tarea sencilla, dado que la puerta está cerrada con llave y, habiendo sólo una persona para atender caja y mesas, la cosa puede demorarse algunos segundos; pero ni bien se abre la puerta llega la recompensa, en forma de una muy cálida y descontracturada bienvenida. 

Una vez adentro, ya sentado a la mesa, me dispongo a abrir la carta: seis entradas, cuatro postres, una decena de principales y otro tanto de vinos. Sumamente reducida, si pensamos en la media de los restaurants porteños, y sin embargo el problema que se me presenta no es cuantitativo; de hecho, casi diría que habría preferido encontrarme con dos o tres menúes fijos y no verme obligado a elegir una entre las decenas de combinaciones posibles, todas ellas igualmente tentadoras. De raíces itálicas y mediterráneas, cada uno de los platos llama la atención por esos toques de autor que sólo un verdadero chef sabe darles. Porque, a diferencia de lo que ocurre en muchas ocasiones, acá no nos encontramos con nombres rebuscados y "novedosos" para viejos conocidos (más bien leemos cosas como "spaghetti con frutos de mar", "mero a la vasca", "mollejas crocantes con miel"), sino que el arte radica en los ingredientes y sus mixturas.

Para amenizar la espera de los primeros platos hace su grandiosa aparición la magnífica panera, salida directamente del propio horno. Y ya en cada uno de estos panes podemos empezar a disfrutar de lo que, a mi juicio, es el sello de Due: ese gustito a lo artesanal, a eso que, sin perder una pizca de sofisticación, sigue siendo, esencialmente, casero; es como si, después de décadas en la cocina, la nonna se hubiese aventurado a visitar las más prestigiosas escuelas de gastronomía para darle nuevos toques a sus memorables almuerzos domingueros: un golazo, tan grande como el de Maradona a los ingleses, o el cabezazo de 40 metros de Palermo.

No me voy a detener en una descripción de las delicias que he comido en Due, más que nada porque no tengo ganas de que después alguno de mis queridos lectores se decepcione al no encontrarlas en la carta. Sí, en cambio, puedo decir que ha sido muy parejo (y muy bueno) el nivel de todo lo que allí he probado en las, si no muchas, tampoco pocas ocasiones en que he ido. Y también mencionar que, a diferencia de lo que suele ocurrir en cualquier restó clasificado como "de autor", las porciones son abundantes. Lo que quiero decir con esto es que yo, que vaya uno a saber si tengo un buen paladar, pero que es indubitable que tengo un buen apetito, siempre me fui con el estómago lleno- y el corazón contento. Esto último, claro, no tiene que ver sólo con lo saboreado: la atención, acaso "poco profesional", es sencillamente excelente; y, last but not least, pocas cosas son más gratificantes en un restaurant que mirar a través de la ventana de la cocina y ver que los dos o tres tipos encargados de preparar nuestra comida están, sobre todo, pasándola bien.


Claro, no todo en la vida es color de rosas, y Due no es un lugar perfecto: la carta de vinos resulta un tanto pobre (lo cual no quiere decir "mala": es reducida, no hay ningún extraordinario, deja con ganas de algo más, pero en ella suelen encontrarse muy buenos acompañantes para cualquiera de los platos), y el local, cuando se llena (cosa que pasa a menudo), es bastante ruidoso. Obviamente, esto no impide en absoluto que, cada vez que me voy, lo haga con intenciones de volver pronto.

9.3.11

La muerte de la privacidad en la era 2.0

Este post fue escrito el jueves de la semana pasada, pero por algún motivo, en vez de publicarlo, lo guardé como draft. Después de atravesar algunos días de tragedias y enfermedades, todavía volando de fiebre, lo releo y me da la sensación de que se merece su lugar en la www. Aquí va, entonces, con algún mínimo retoque:


Este mediodía, mientras caminaba por el centro porteño y terminaba de diagramar mentalmente lo que iba a ser el próximo post de este blog, no tuve mejor idea que agarrar el celular y darme una vuelta por Twitter, donde me encontré con el gran @capitanintriga marcando tendencia con una #CharlaDeBar. Debo decir que me sacó una sonrisa. Lo mismo ocurrió un rato más tarde, cuando publicó el siguiente tweet:
Los que disfrutaron , no se pueden perder cuando hice lo mismo, pero grabando en video: 
 Y, de repente, sentí que no podía sino postergar lo que tenía planeado postear sobre la UK TV 2011 para en su lugar dedicar mi reflexión y escritura a esta ¿horrible? sensación de exposición y vulnerabilidad que se me hizo palpable recién a partir de la genialidad del glorioso Capitán. Y aclaro desde un principio: ahí dice "genialidad" porque sinceramente me ha maravillado, deslumbrado, descostillado de la risa; no veo en el individuo puntual un problema sino una virtud, la capacidad de saber explotar los medios y las tendencias, el saber posicionarse en el mundo: nunca son los actos de una sola persona los causantes de nada (y acá podría hablar de Hitler o Perón, etcétera, pero no es ese tipo de política lo que me interesa tratar en este momento). El problema, evidentemente, pasa por otro lado.

Como buen snob y puanner podría (y acaso debería) empezar a plagar esto de quotes de los Grandes Pensadores, pero la verdad es que mucho no me interesa hacerlo. Y es que, por un lado, no quiero faltar al medio y entonces conviene que esto salga así, casual, con la inmediatez de lo improvisado, con la informalidad de aquello que es escrito al pasar, para ser posteado, leído, luego olvidado; pero por otro, y principalmente, la falta que no quiero cometer es para con las palabras ésas que hay un párrafo más arriba: la sensación de exposición y vulnerabilidad. ¿El título del post invita a lo otro? Posiblemente. Poco me importa. Eventualmente, escribiré (o no) algo al respecto que se ajuste a los parámetros de la academia.

Sensaciones, entonces: fines de los '90 y Jim Carrey encarnaba al pobrecito Truman, posta que pobrecito, uno se compadece ¿vio?, porque es terrible lo que le hacen, y no mucho después llega la sorpresa macabra ante esa gente que quiere ser Truman y aparece en una infinidad de realities que proliferan por doquier, o los que se exponen al mundo mediante Fotolog, YouTube o YouPorn, etcétera... y, de repente, el horror: los que, sin quererlo, son Truman, las víctimas de un voyeurismo viralizado y entonces gozado por cientos, miles, acaso millones de internautas. Y, en realidad, ni siquiera hace falta recurrir a ejemplos tan extremos: puedo borrar los tags, puedo borrar mis cuentas en todas las redes sociales, pero todas las fotos, videos, tweets, notas, en fin, todas las publicaciones que contengan mi nombre o mi imagen, van a seguir estando ahí.

Acá no hay Thought Police, no hay un Big Brother de cuyo ojo esconderse; a diferencia de la distopía orwelliana de 1984, acá de lo que nos tenemos cuidar es de los ojos de todos y cada uno de nuestros congéneres, ésos que alimentan día a día nuestra perversa necesidad de observar la vida de los otros desde las sombras, a través de una pantalla y en el más profundo de los anonimatos. Y me preocupa. Es como si la única forma de tener algo de privacidad fuese irse al Ártico y, como Superman, hacerse una Fortress of Solitude.




PS: por lo demás, también está ese otro caso, tan controversial, llamado WikiLeaks: ese sitio donde se hacen públicos contenidos que deben mantenerse privados. Es decir, estamos hablando de todas cosas que veíamos en las películas con sellos y etiquetas de "Confidential", "Top Secret", etcétera, y que cada vez que caían en manos de un civil (o un enemigo) se desataba la tragedia; obviamente, no pretendo plantear un escenario de catástrofe hollywoodense, pero a juzgar por las repercusiones que ha habido en el ámbito político y en materia de relaciones internacionales, al menos da lugar para la reflexión. Ni que hablar si a estos manes, como al amigo Ventura y cía, se les ocurre agarrar el Photoshop para inventar la evidencia de una supuesta información.

2.3.11

Había una vez... un hada de los zapatos

The Shoe Fairy (Robin Lee Yun-Chan, Taiwan, 2005)   
Ren yu duo duo


Casi por casualidad terminé viendo esta maravilla en una noche de BAFICI allá por el... ¿2006?, en que me quedaban un par de horas para rellenar y entonces por qué no ver esta china que pinta bien. Acaso dirigida a una platea infantil, lo cierto es que esta película no sólo es apta sino también recomendable para todo público: de un modo muy inocente, con pocos diálogos, a través de la narración de un tal Andy Lau (quizás lo recuerden de películas como La casa de las dagas voladoras) y una fotografía brillante, The shoe fairy se las arregla para interpelarnos a todos, sumergirnos en una profunda reflexión sobre cosas tan básicas como los vínculos humanos y la felicidad.

La historia que vemos en pantalla, haciendo justicia a su título, no es más (ni menos) que un simple cuento de hadas: Dodo es una pequeña niña imposibilitada de caminar que pasa sus días escuchando los relatos de los libros que le leen sus padres; inmersa en ese universo, como la Sirenita, ella también sueña con tener un par de piernas que le sirvan para poder desplazarse por el mundo. Finalmente, la ocasión se presenta: un experto cirujano le realiza una operación sumamente exitosa, obteniendo por resultado su ingreso al mundo de los bípodos. A partir de ese momento nuestra protagonista (además de comenzar a desarrollar una obsesión por los zapatos) se dedicará a explorar los caminos de una vida normal, enfrentando las más curiosas peripecias en su trabajo y conociendo a su príncipe azul, con quien sienta las bases y comienza a recorrer su "vida por siempre feliz"; hasta que, con la escena más bizarra de la película, cae la noche. A partir de este punto, todo lo que hasta el momento era color de rosas (y violetas, claveles, jazmínes, orquídeas, petunias... en fin, cualquier colorida flor que esté al alcance de nuestra imaginación) emplieza a ensombrecerse y (literalmente) apagarse; lo que queda: el tortuoso tránsito de la angustiada Dodo y sus seres queridos a través de la oscuridad, en busca de esa luz que, aunque no se vea, sabemos que siempre está al final del túnel.


Varias son las cosas que tienen que convergir para hacer de este film una pequeña maravilla: grandes actuaciones de la totalidad de su reducido elenco, un guión simplón hermosamente materializado a través de las cámaras y los decorados, poca y muy efectiva música incidental, y un excelente desempeño por parte del verdadero protagónico: Andy Lau y su narración en off. El resultado, como ya hemos anticipado, es un mundo de ensueño, de fantasía, lleno del brillo de cada uno de sus personajes y sus colores, en donde tiene lugar una historia tan conmovedora como maravillosa, en fin, un mundo en el que podemos sumergirnos durante 90 minutos para luego salir con una de esas sonrisas complacientes producto de la sensación de una cierta plenitud en el espíritu, ésas que sólo aparecen cuando con los ojos de un adulto podemos disfrutar de una joyita del cine ése que, también, es para niños.

Salvando las distancias, el universo de The Shoe Fairy trae una cierta reminiscencia a aquellos mundos fantásticos de Tim Burton en, por ejemplo, Big Fish, Charlie and the Chocolate Factory o Alice in Wonderland. En efecto, bien podríamos encontrarnos ante una creación de Burton pasada por salsa agridulce, salteada en un wok, y servida en un tazón para comer con palitos.


28.2.11

Kate Nash @ Teatro Coliseo, 2011.Feb.27

Foto y vídeo cortesía del Capitán Intriga. Otros pueden encontrarse en su canal de YouTube.


Luego de escapar a una superpoblada reunión familiar, los 28°C y 200% de humedad relativa de las calles porteñas parecían casi agradables. Encontré un 152, y mientras pagaba el boleto pensaba si seguir preparándome para el recital con la segunda escucha del día de Made of Bricks o confortar al espíritu futbolero y prender la radio; hice lo segundo, justo a tiempo para escuchar cómo Niell abrochaba a los de Villa Luro, clavando el empate definitivo. Poco después estaba bajando del bondi para esperar a una amiga, aunque menos pendiente de su llegada que del comienzo del millonario en Avellaneda (como buen snob que soy, obviamente, no podría ser hincha de otro equipo); ambas cosas se dieron (casi) simultáneamente.

Empezamos a caminar, yo escuchándola a ella con un oído y a River con el otro. En breve llegamos al teatro y, para mi sorpresa (y horror), descubrimos que la baja venta de entradas llevó a que decidieran concentrar a todo el público en la platea, manteniendo cerrados todos los sectores superiores. Nos ubicaron al fondo, en un lateral. Mi indignación tardó unos veinte o treinta segundos en obligarme a ponerme de pie para ir a quejarme (había pasado unos diez minutos viendo las localidades disponibles hasta dar con un par de butacas centrales de la primera fila del super pullman, a mi juicio la mejor ubicación de la sala respecto de consideraciones visuales y acústicas); el resultado, si no exactamente malo, tampoco fue el mejor: nos movieron, dentro de la platea, unos dos metros hacia adelante y cinco hacia el medio. Y desde ahí hubo que fumarse a una insoportable Loli Molina, que seguramente estaría pasadísima de alguna droga (¿o realmente tiene un personaje tan pelotudo?), estropeando su bonita voz con una guitarra de mierda y letras aún peores. La noche no había empezado para nada bien.

A medida que pasaban los minutos Loli iba mejorando y yo acostumbrándome a esa ubicación más cara y más chota que la que había comprado originalmente. Ella se fue bastante pronto del escenario, y la espera por Kate Nash se hizo eterna. Ahí volví a recordar que la única live performance en que la había visto (Glastonbury 2010) había quedado bastante lejos de satisfacerme, no digamos gustarme. Para ese momento ya estaba un poco malhumorado y casi convencido de que el espectáculo iba a ser una decepción, lamentaba no estar viendo a River, pero al menos tenía un paliativo: una muy buena compañía. Eventualmente la charla hizo que me olvidara de estas cosas, al menos hasta que apareció Kate sobre el escenario, con muchos más decibeles de los tolerados por la sala y con una invitación a su audiencia a ponerse de pie (cosa que ya todos habían hecho) y acercarse cuanto pudieran al escenario. Yo puteaba. Y mi piecito se empezaba a mover.


Para cuando terminaba el segundo tema y en mi cara comenzaba a dibujarse una sonrisa, Clara notó que había gente en el super pullman. Casi sin dudarlo enfilamos para ese lado, y sin complicación alguna logramos sentarnos en la primera fila, a dos o tres butacas de aquellas por las que había pagado. Y la magia llegó: de pronto las limitaciones vocales y las pifias en el teclado dejaron de ser mierda auditiva para transformarse en energía pura, de ésa que te da ganas de saltar y bailar (aunque ni nos movimos de nuestros asientos), que te llena en cuerpo y alma y te recuerda lo que era la felicidad. Ahí estaba, Kate con su refrescante personalidad sobre el escenario, desbordando simpatía y condimentando con toques de un exquisito humor. Y pegándole a todas las notas, inundando la atmósfera con las más bellas melodías, trasladando de sus venas al escenario todo el rock que lleva dentro. "Esta mina es una cruza entre Regina Spektor y... Johnny Rotten", dije a mi amiga; instantes después la vimos revolcándose de un lado a otro y gritando como ni siquiera los Pistols hacían, y Clara no pudo sino felicitar mi acertada observación.

Y así, yendo de Regina a Johnny y otra vez a Regina, etcétera, transcurrió el show. Además de lo ya mencionado, cabe destacar algunos momentos: un solo maravilloso (y muy simplón, pero maravilloso) del ignoto bajista, Kate deteniéndose entre canciones para acercarse a sus fans y darles la mano y recibir de ellos un cerdito de peluche (que agradeció repitiendo "it's so cute! I love you!") y otros regalos, ella poniéndole toda la onda a pesar de sus cuerdas vocales destruidas al punto de apenas poder hablar y el cierre, cuando primero entra a darle con una pata al teclado para pronto terminar saltando sobre él. Genia, ídola total.

Minutos más tarde, en la puerta del teatro, las expresiones y los comentarios se repetían entre todos los asistentes: no había uno sólo que, en el transcurso de ese par de horas, no se hubiese enamorado de Kate Nash.


PS: este post está taggeado como Música y si hay algo sobre lo que dice poco y nada es, justamente, música; o eso parece. Más bien, es todo lo contrario: gracias a Kate Nash recordé que la música, lejos de ser un conjunto de sonidos, un texto estructurado en un determinado lenguaje, es sobre todo una expresión artística, la explicitación, transmisión y transfiguración de disposiciones anímicas, sensaciones, situaciones: es estar ahí y sentir que hay algo que te cala hondo, que te llega hasta los huesos y te revuelve las entrañas. Y eso es lo que hace Kate Nash.