8.6.11

De pretendida épica a aires de revista: operaciones que no hacen ni chicha, ni limonada

Hace un par de semanas recibí la grata sorpresa ser invitado al teatro por parte de una de las minas más lindas que conozco; la obra que tuvo ocasión de reunirnos fue "Mariano Moreno y un teatro de operaciones" y, no, a pesar de lo que sugiere mi título, no voy a ser tan siome de querer hacerla pasar por un espectáculo de revista. En primer lugar, porque la revista está sumamente bastardeada en nuestro medio (o el mío, de pseudointelectuales snobs) y uno tiende a asociarla directamente a esos lamentables intentos de vedette de medio pelo que al subir al escenario despiertan menos la risa y el erotismo que la vergüenza ajena y el desagrado; pero, sobre todo, porque aquí no veremos bailes, plumas, ni nada por el estilo. ¿Por qué digo revista, entonces?

Hay ciertos elementos del género que, en definitiva, fueron los que más grabados me quedaron. La sátira, el chiste, el entretenimiento: lo inmediato. La sensación al salir del teatro era efectivamente cierto shock, pero no del todo efectivo: sabía que la había pasado bien, que me había descostillado de la risa, que había encontrado muchos recursos y textos sumamente interesantes sostenidos en soberbias actuaciones (o sería al revés?); y también sabía que de querer decir algo respecto de la obra no podía, pero que tampoco me interesaba mucho; que estaba completamente abrumado por un exceso de información, a pesar de que ésta no aportaba muchas novedades; que, del mismo modo que el bisturí queda en el quirófano, las operaciones no se extienden más allá de la sala. En todo caso, en las cuadras de vuelta del CCC, lo que tenía sobre todo era una pregunta: ¿a quién le estaría hablando la obra?

Pienso en los discursos de algunos amigos que invocan y buscan recrear el espíritu de un octubre allá por el 17; pienso en otros amigos, que hacen lo propio con un 17 de octubre: ¿qué sentido tendrían sus palabras si sus interlocutores desconocieran las referencias? Así como no me quedó más que la sensación de una prosa magnífica al leer a Borges en Kafka y sus precursores (supongo que no hará falta aclarar que al checo lo tenía bien leído), imagino que el público que desconozca la obra de Brecht se pierde de mucho en este teatro de operaciones, ni que hablar si tampoco tuvieron ocasión de esperar a Godot.

Del otro lado, teniendo una cierta formación en historia y teoría estética, siento que todo este sistema de información y referencias históricas es muy bonito, pero estéril: no va a ningún lado. En el momento me río, pero, ¿después? ¿Qué es lo que me queda? Nada. La sensación de que no me aportó ningún conocimiento; de que la obra no despertó en mí mas que la risa y cierto goce; de que está de moda Mariano Moreno (¿lo vieron al pibito que salió en no sé qué programa (posteriormente amplificado por TVR o 678 o alguno o todos de ésos) diciendo algo así como que Saavedra era un egocéntrico malo y que el verdadero héroe de mayo fue Moreno, etcétera?), y andá a saber si dentro de unos años no empezamos a usar remeras con su cara cual si fuera la del Che; de que un discurso kirchnerista puede ser muy bonito, o emotivo, o combativo, pero a la hora de los bifes se tiene que comer los mocos.

Y, quizás, está ahí la respuesta. Quizás, la obra apunta al consumo por parte de esos adolescentes "rebeldes" comprados por una boina estrellada o la cara del Che; esos jóvenes de clase media cooptados por La Cámpora y su discurso pseudobolche, peronista; ésos que hablan de cambios y izquierdas y revoluciones, que no le hacen el juego a la derecha porque, de hecho, la derecha son ellos. En definitiva, ante todo, ése somos el público: argentinos, peronistas, hinchas de fútbol, pasionales, irracionales hasta la médula; así, poco importan Brecht o Beckett, Moreno o Perón, si, al fin y al cabo, nos encontramos frente a una obra de teatro: lejos de la sátira o la crítica, la revista o la épica, de lo que se trata aquí es de la experiencia estética: el distanciamiento, la risa. Y, en ambos, "Mariano Moreno..." cumple con creces.