28.2.11

Kate Nash @ Teatro Coliseo, 2011.Feb.27

Foto y vídeo cortesía del Capitán Intriga. Otros pueden encontrarse en su canal de YouTube.


Luego de escapar a una superpoblada reunión familiar, los 28°C y 200% de humedad relativa de las calles porteñas parecían casi agradables. Encontré un 152, y mientras pagaba el boleto pensaba si seguir preparándome para el recital con la segunda escucha del día de Made of Bricks o confortar al espíritu futbolero y prender la radio; hice lo segundo, justo a tiempo para escuchar cómo Niell abrochaba a los de Villa Luro, clavando el empate definitivo. Poco después estaba bajando del bondi para esperar a una amiga, aunque menos pendiente de su llegada que del comienzo del millonario en Avellaneda (como buen snob que soy, obviamente, no podría ser hincha de otro equipo); ambas cosas se dieron (casi) simultáneamente.

Empezamos a caminar, yo escuchándola a ella con un oído y a River con el otro. En breve llegamos al teatro y, para mi sorpresa (y horror), descubrimos que la baja venta de entradas llevó a que decidieran concentrar a todo el público en la platea, manteniendo cerrados todos los sectores superiores. Nos ubicaron al fondo, en un lateral. Mi indignación tardó unos veinte o treinta segundos en obligarme a ponerme de pie para ir a quejarme (había pasado unos diez minutos viendo las localidades disponibles hasta dar con un par de butacas centrales de la primera fila del super pullman, a mi juicio la mejor ubicación de la sala respecto de consideraciones visuales y acústicas); el resultado, si no exactamente malo, tampoco fue el mejor: nos movieron, dentro de la platea, unos dos metros hacia adelante y cinco hacia el medio. Y desde ahí hubo que fumarse a una insoportable Loli Molina, que seguramente estaría pasadísima de alguna droga (¿o realmente tiene un personaje tan pelotudo?), estropeando su bonita voz con una guitarra de mierda y letras aún peores. La noche no había empezado para nada bien.

A medida que pasaban los minutos Loli iba mejorando y yo acostumbrándome a esa ubicación más cara y más chota que la que había comprado originalmente. Ella se fue bastante pronto del escenario, y la espera por Kate Nash se hizo eterna. Ahí volví a recordar que la única live performance en que la había visto (Glastonbury 2010) había quedado bastante lejos de satisfacerme, no digamos gustarme. Para ese momento ya estaba un poco malhumorado y casi convencido de que el espectáculo iba a ser una decepción, lamentaba no estar viendo a River, pero al menos tenía un paliativo: una muy buena compañía. Eventualmente la charla hizo que me olvidara de estas cosas, al menos hasta que apareció Kate sobre el escenario, con muchos más decibeles de los tolerados por la sala y con una invitación a su audiencia a ponerse de pie (cosa que ya todos habían hecho) y acercarse cuanto pudieran al escenario. Yo puteaba. Y mi piecito se empezaba a mover.


Para cuando terminaba el segundo tema y en mi cara comenzaba a dibujarse una sonrisa, Clara notó que había gente en el super pullman. Casi sin dudarlo enfilamos para ese lado, y sin complicación alguna logramos sentarnos en la primera fila, a dos o tres butacas de aquellas por las que había pagado. Y la magia llegó: de pronto las limitaciones vocales y las pifias en el teclado dejaron de ser mierda auditiva para transformarse en energía pura, de ésa que te da ganas de saltar y bailar (aunque ni nos movimos de nuestros asientos), que te llena en cuerpo y alma y te recuerda lo que era la felicidad. Ahí estaba, Kate con su refrescante personalidad sobre el escenario, desbordando simpatía y condimentando con toques de un exquisito humor. Y pegándole a todas las notas, inundando la atmósfera con las más bellas melodías, trasladando de sus venas al escenario todo el rock que lleva dentro. "Esta mina es una cruza entre Regina Spektor y... Johnny Rotten", dije a mi amiga; instantes después la vimos revolcándose de un lado a otro y gritando como ni siquiera los Pistols hacían, y Clara no pudo sino felicitar mi acertada observación.

Y así, yendo de Regina a Johnny y otra vez a Regina, etcétera, transcurrió el show. Además de lo ya mencionado, cabe destacar algunos momentos: un solo maravilloso (y muy simplón, pero maravilloso) del ignoto bajista, Kate deteniéndose entre canciones para acercarse a sus fans y darles la mano y recibir de ellos un cerdito de peluche (que agradeció repitiendo "it's so cute! I love you!") y otros regalos, ella poniéndole toda la onda a pesar de sus cuerdas vocales destruidas al punto de apenas poder hablar y el cierre, cuando primero entra a darle con una pata al teclado para pronto terminar saltando sobre él. Genia, ídola total.

Minutos más tarde, en la puerta del teatro, las expresiones y los comentarios se repetían entre todos los asistentes: no había uno sólo que, en el transcurso de ese par de horas, no se hubiese enamorado de Kate Nash.


PS: este post está taggeado como Música y si hay algo sobre lo que dice poco y nada es, justamente, música; o eso parece. Más bien, es todo lo contrario: gracias a Kate Nash recordé que la música, lejos de ser un conjunto de sonidos, un texto estructurado en un determinado lenguaje, es sobre todo una expresión artística, la explicitación, transmisión y transfiguración de disposiciones anímicas, sensaciones, situaciones: es estar ahí y sentir que hay algo que te cala hondo, que te llega hasta los huesos y te revuelve las entrañas. Y eso es lo que hace Kate Nash.